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  • Carla Vivanco

El estrés en los niños


Es frecuente escuchar acerca del estrés en los adultos, como un mal de nuestros tiempos. Muchos ya saben que estar frecuentemente cansado, padecer de dolores de cabeza, tensión muscular, dificultades para dormir, nerviosismo, trastornos estomacales, etc. son algunos de los síntomas de este invitado indeseable llamado estrés.


La ajetreada vida de hoy nos lleva a vivir contra el reloj, a correr para hacer las tareas del trabajo que están permanentemente atrasadas y tener poco tiempo para descansar y recrearnos.


La vida moderna también afecta a los jóvenes y los niños. Los más pequeños deben dar una “entrevista” en los colegios para incorporarse a prekinder, que aunque no tienen claro lo que implica, suelen ser inquietados por sus padres, que sí tienen claro lo que significa. Después, la presión de mantener las notas altas; pasar la mayor parte del día en el colegio y el resto de la tarde en actividades deportivas, dejando escaso tiempo para jugar; e incluso muchas veces tener que aprender un segundo idioma o cultivar algún talento, puede presionarlos. En la enseñanza media, a las dificultades propias de esta etapa de la vida, se suman las presiones por la prueba de selección universitaria y la elección de carrera.



Si quisiéramos romper este ciclo desastroso, tendríamos que partir por asumir que los jóvenes y los niños aprenden lo que ven. Las actitudes y forma de vivir estresante se modelan. Ellos nos observan corriendo todo el día, siempre apurados y agotados. Nos escuchan quejarnos del trabajo agobiante, de la rutina aburrida y de las muchas obligaciones y tareas pendientes. Muchas veces se sienten postergados porque el trabajo apremia y el cansancio no nos permite estar más disponibles.


Necesitamos cambiar el esquema y mostrarles un ejemplo de vida más saludable, que modele la búsqueda de la salud mental y el equilibrio. Eso implica que deben vernos reír, cultivar la alegría y el buen humor en casa; disfrutar del aire libre y la naturaleza; tomarnos las vacaciones y los fines de semana como descanso sagrado, que trasmita la idea de valor y de recompensa merecida y no de culpa o angustia por que no estamos "haciendo algo"; destinar tiempo a actividades placenteras y aficiones individuales; dedicando un tiempo adecuado al sueño y el descanso; practicando actividades de recreación solos y en familia; apartando tiempo semanal a actividades deportivas y practicando costumbres saludables en la alimentación. Si ellos nos observan vivir nuestra vida de una manera saludable, aprenderán a vivir también de una manera saludable.


Necesitamos también disminuir las presiones innecesarias que ejercemos sobre ellos. Ayudarlos a encontrar un equilibrio entre sus deberes y el descanso. No es deseable que además de todo el esfuerzo intelectual que realizan durante la jornada escolar, lleguen a casa y sigan estudiando y haciendo tareas hasta que llega la hora de irse a dormir. Los niños necesitan jugar, es parte vital de su desarrollo. Si su rutina los está privando de este derecho, debemos revisar qué está mal; porque somos los adultos los llamados a resguardar su integridad, tanto evitándoles cualquier sobrecarga del ambiente, como impidiendo que aprendan de nosotros los malos hábitos que conducen al estrés.


Tomado de: www.padrescreciendo.cl


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