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  • Foto del escritorLic. Dariana González

Conectar a los niños con la naturaleza



El contacto con la naturaleza en la primera infancia, es una huella imborrable, que se guarda como semillas que más adelante germinarán en buenos recuerdos e importantes aprendizajes.


En general, los padres llenan las agendas de sus hijos con actividades que les brinden herramientas que los preparen para la vida, siempre y cuando les briden la seguridad de que sus hijos no se van a ensuciar, mojar, caer o que le piquen los insectos… ¿el resultado? Niños que al preguntarles ¿de dónde viene el huevo? responden: “del supermercado”.


Esta realidad nos evidencia que muchos niños no salen del entorno urbano y su contacto con los árboles, la tierra y animales es a través de las pantallas de una televisión o computadora. Médicos y psicólogos hablan del “trastorno por déficit de naturaleza”, que afecta a los niños que no viven en contacto con la naturaleza y manifiestan sus síntomas a través de la obesidad, ansiedad, problemas de integración sensorial, entre otros.


Privados de la experiencia con la naturaleza, estos niños pierden importantes espacios de desarrollo cognitivo y emocional, capacidad de exploración y creatividad, habilidades sociales y de resolución de problemas.

Los beneficios de conectar a los niños han sido documentados en diferentes investigaciones y estudios. La mayoría concluye en que el estado de salud psicológica, social, académica y física, se ve impactada positivamente cuando éstos tienen contacto diario con la naturaleza.


La naturaleza ofrece una cantidad ilimitada de estímulos, que hace que el niño se encuentre con una sensación de libertad, de moverse libremente, de observar los procesos que ocurren… todo esto es una experiencia vital que favorece el desarrollo intelectual y el aprendizaje cognitivo. Caerse, levantarse, ejercitar los músculos y sentidos, ponerse a prueba, coger insectos, plantar semillas, son estímulos para el cerebro y también para las emociones, porque oler una flor, contemplar un campo, o ver cómo nace un ternero provoca al niño sensaciones que, a su vez, suscitan emociones, y esas emociones son luego importantes para construir el conocimiento, porque lo que aprendemos vinculado a emociones se graba más fácilmente en nuestra memoria y es más difícil de olvidar.


En la naturaleza es fácil trabajar la tolerancia a la frustración: si tropiezas o te cansas mientras caminas por el sendero, debes aguantar y continuar, o la calma que exige la observación y la contemplación del entorno. También se trabaja la empatía y el respeto mediante el contacto con los animales y plantas al acariciarlos y no golpearlos o arrancarlos; como vemos, se desarrollan muchas habilidades de forma fácil y natural.


Para María Montessori “ninguna descripción, ninguna ilustración de cualquier libro puede sustituir la contemplación de los árboles reales y de toda la vida que los rodea en un bosque real”. Es por esto que los padres y las escuelas, deben promover el aprendizaje en y con la naturaleza, adaptando cada experiencia a cada etapa del desarrollo del niño.

Es más fácil aprender habilidades para la vida en la naturaleza que atado a un pupitre. Las vacaciones o los fines de semana son un buen momento para que los niños tengan experiencias naturales: excursiones a los parques, ir a la playa o a pescar, observar el cielo y disfrutar del tiempo en familia.


Tomado de: www.naturalearning.org



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