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  • Foto del escritorLic. Dariana González

Equivocarse duele, literalmente

Así de fácil: equivocarse duele, literalmente. Todos podemos recordar aquellas veces que nos hemos equivocado y que nos ha sabido tan mal que casi hemos sentido un dolor físico y, si no ha sido un dolor físico, al menos ha sido un dolor intelectual o emocional. Un dolor que a veces se manifiesta como rabia o alguna otra forma de malestar psicológico.


Equivocarse y darse cuenta del error se traduce en una curva de activación neuronal en el cerebro. Esta activación neuronal se produce, anatómicamente hablando, junto a las neuronas que detectan el dolor. Así pues, esta relación entre error y dolor, tiene una razón de ser muy poderosa.


Por otro lado, sentir dolor ante el error tiene su aspecto adaptativo: si, cuando nos equivocáramos, no nos diéramos cuenta o no nos “molestara”, no haríamos nada para aprender y evitar un nuevo error. Este malestar se convierte en motor del aprendizaje.


Pero antes hemos dicho que la activación neuronal dibuja una curva; algunos investigadores han estudiado la curva que describen los cerebros de diferentes alumnos. Los resultados indican que los estudiantes con buenos resultados académicos tienen una curva de activación bien ajustada: aquella que les permite darse cuenta del error y sentir el malestar necesario que los llevará a esforzarse para rectificar y mejorar, para no volver a equivocarse.


Cuando la curva no está bien ajustada, nos podemos encontrar con dos situaciones diferentes:

  1. Si la sensación de malestar es demasiado fuerte, nos podemos bloquear; si el dolor es demasiado fuerte, podemos decidir no hacerlo nunca más, en lugar de procurar hacerlo mejor. Sería como caer y no volverse a levantar.

  2. Si, contrariamente a esto, no hay sensación de malestar, tampoco trataremos de mejorar y no podremos beneficiarnos del error, a través de la motivación en el aprendizaje.

Así que equivocarse duele, pero es un dolor terapéutico, que nos ayuda a mejorar. Y eso es lo que debemos transmitir a nuestros entrenados.


A menudo los padres o los maestros se quejan de la falta de tolerancia a la frustración de sus hijos y alumnos. Y es normal que se quejen, porque las personas con falta de tolerancia a la frustración se convierten ellos mismos en el peor enemigo en el camino de lograr sus metas. Quizás debemos enseñarles a aceptar el error con el fin de ayudarles a que su cerebro pueda configurar un curva de activación ajustada y adaptativa.


Quizás los primeros que tenemos que aprender a aceptar el error como parte del aprendizaje somos todos nosotros y luego también debemos aceptar que, si hacemos algo mal, debemos tener paciencia.


Tomado de: glifing.com


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